Artículo de Javier De Frutos
Situada en la parte más alejada de la entrada al jardín, esta fuente está adornada unas esculturas de bronce que encargó Velázquez a Alessandro Algardi. Este grupo escultórico representa a Ceres, Cibeles, Juno y Neptuno y llegó a Aranjuez en 1661 desde el Palacio antiguo de Madrid. El dios Neptuno aparece, como habitualmente, empuñando su tridente sobre un carro en forma de concha, tirado por caballos marinos. En el pedestal central puede leerse la leyenda: El Rey N.S. Don Felipe III mandó hacer esta fuente, siendo gobernador D. Francisco Brizuela, año de MDCXXI.
Neptuno en la mitología Romana.
En la mitología romana, Neptuno era el dios del agua y el mar. Se suele decir que es el equivalente romano al dios griego Poseidón, algo completamente cierto pero siempre con matices.
Neptuno es hijo de Saturno y Ops. Por tanto, es hermano de Júpiter y Plutón, siendo además el hermano mayor, el primogénito. Entre estos tres dioses se dividió la soberanía sobre los tres reinos del universo: tierra y cielo, mar e inframundo. Neptuno se hizo con el poder en el mar, gobernando así todas las aguas y mares y cabalgando las olas sobre hermosos caballos blancos como la espuma. El fondo marino es su reino, siendo obedecido por todos y cada uno de los seres marinos. Asimismo, cuenta con un tridente, una herramienta muy útil para agitar el agua y crear grandes olas cuando se enfada, crear fuentes y manantiales e incluso desatar su ira y provocar grandes maremotos y tsunamis.
Es un dios bastante inestable, por tanto puede resultar incluso peligroso. Sus emociones más leves pueden ocasionar auténticos desastres naturales. Por este motivo, el culto al dios era uno de los más importantes en la antigua Roma.
La importancia de este dios residía, además de en todo lo mencionado anteriormente, en que era el encargado de sujetar el mundo; y es que cuando se pensaba que la tierra era plana, no había ningún tipo de duda, el mar sujetaba el lugar por el que andábamos y morábamos. Además de los animales marinos, Neptuno tenía una corte de seres mitológicos bastante amplia. Una corte de seres que le rendían pleitesía y entre la que podemos destacar a las traicioneras sirenas, las nereidas, las hermosas oceánides o los poderosos ritones.
Asimismo, Neptuno también contaba con la fiel devoción de seres como las ninfas, ondinas y náyades de los lagos, de las fuentes y de los ríos.
Aunque su esposa fue Anfitrite, la que le dio como hijos a los tritones, lo cierto es que Neptuno fue un gran y caprichoso conquistador, similar a su hermano Júpiter. Así, la lista de sus amoríos pasa por Halia, Amimone, Toosa, Ceres, Medusa o Clito.
Era representado como un hombre imponente, el cual no necesitaba grandes ropajes, pues su sola presencia ya imponía. Además, aunque siempre solía ir acompañado de caballos, no era raro ver representaciones del dios rodeado de algunos de los seres antes mencionados.
Neptuno en la mitología Griega (Poseidón)
Poseidón, el gran dios del mar que reinaba sobre los mares y todos los medios acuáti-cos, era hijo de Cronos y de Rea, y hermano mayor de Zeus. Era uno de los 12 dioses mayores que habitaban en el Olimpo, aunque casi siempre estaba en su palacio bajo las aguas y sólo visitaba el Olimpo cuando quería ver a los otros dioses.
Cronos y los otros titanes (ver Cronos y Titanes, Los) habían reinado hasta que Zeus inició una guerra contra ellos. Pero tras la victoria de los jóvenes dioses Zeus, Hades y Poseidón, el mundo quedó dividi¬do entre ellos. Zeus dominó el cielo y Po¬seidón el mar. Siendo el rey de todos los dioses, Zeus dominaba además la tierra, el territorio neutral en el que el dios del mar se hacía notar a través de los terremotos. El iracundo Poseidón era temido como «el que sacudía la tierra», según palabras de Homero, e instigaba las mareas más abruptas y las tormentas en alta mar.
Poseidón no aceptó de buena gana que su hermano fuese el soberano de todos los dioses. En una ocasión llegó a conspirar contra él, con la ayuda de Hera y Atenea, para intentar derrocarle. Los tres maquinaron la forma de encadenarlo, pero la nerei¬da Tetis vino a rescatarlo y llamó al gigan¬te de 100 brazos Briareo, de extraordinaria fuerza, para que acudiese al Olimpo. Allí se situó junto al trono de Zeus en actitud amenazante y consiguió sofocar la rebelión.
El temible y caprichoso dios del mar, con el que los navegantes debían llevarse bien, fue adorado en todo el mundo griego y romano. Se han conservado numerosas imágenes suyas como una figura imponente con su barba y su tridente, arma que utilizaba para pescar y que había sido un regalo de los cíclopes, que también le dieron a Zeus los rayos y a Hades el casco que lo hacía invisible. Sin embargo, según algunos, Poseidón había sido al principio un dios de la tierra, pues su nombre significa «esposo de la tierra», pero posteriormente había sustituido a deidades marinas como Nereo y Proteo. Se cree que en cierta ocasión también fue adorado con la forma de un caballo, al igual que Hera lo fue en la de una vaca y Atenea en la de una lechuza. A Poseidón se le atribuía la creación de varios animales, como el caballo, el toro y el delfín.
El dios regalaba sus excepcionales caballos a los mortales de vez en cuando. Así, le regaló a Pelops los equinos con los que ganó la carrera por su futura esposa Hipodamia y, junto a otros dioses, le dio a Peleo los caballos parlantes e inmortales Janto y Balio tras su boda con la diosa Tetis. El mismo Poseidón tenía una cuadriga tirada por caballos de mar que le permitía viajar por las olas a gran velocidad. Su esposa Anfritrita, hija de la deidad marina Nereo, vivía a su lado en un palacio de oro bajo el mar. Estaban rodeados de un extenso séquito de ninfas. Su hijo Tritón, una especie de sirena masculina (ver Tritón para más detalles) y sus hijas Rodé y Bentesicime también vivían con ellos.
Al igual que su hermano Zeus, Poseidón no era un marido fiel, pues sedujo y forzó a numerosas diosas, ninfas y mortales con las que tuvo incontables descendientes. Ya antes de su boda con Anfritrite había tenido un amorío con su hermana Deméter e incluso había concebido al gigante Anteo con su abuela Gaya. El infame cíclope Polifemo también era hijo suyo (ver Poliphemus) y además se le atribuye la paternidad del gran héroe Teseo. Poseidón hizo invulnerable al efecto de las armas a su hijo Cieno, aunque eso no sirvió para evitar que Aquiles lo matase, cosa que hizo utilizando la correa de su propio casco. Poseidón transformó después a su hijo en un cisne.
Una de las muchas víctimas de la lascivia de Poseidón fue Medusa. Aunque la apariencia con la que nos la han transmitido era aterradora, parece ser que Medusa había sido bella con anterioridad. Tanto que Poseidón había perdido el control y la había forzado en un santuario de Atenea, que se enfadó tanto que decidió castigarla y llenarle el cabello de serpientes. Cuando Perseo mató a Medusa poco después, la gorgona estaba embarazada de su relación con Poseidón. Tan pronto como fue decapitada nacieron de la sangre derramada los hijos de Poseidón Crisaor y Pegaso, el caballo alado. Otras víctimas de la lujuria de Poseidón fueron la bella princesa Córnix, que escapó del dios en el último momento cuando Atenea la trasformó en un cuervo y la hija del rey de Tesalonia, Canis, a cuya petición Poseidón la convirtió en un hombre tras la violación.
Al igual que el resto de dioses, Poseidón podía adoptar la forma que quisiese y explotar esa habilidad para sus escarceos amorosos. Así, se disfrazaba de caballo, de toro, de ave, de carnero o de delfín.
Las relaciones de Poseidón con los mortales no fueron exclusivamente sexuales. Con Apolo, por ejemplo, construyó la muralla de la ciudad de Troya para el rey Laomedón, que después no quiso pagar al dios del mar el precio acordado en oro. Poseidón se vengó inundando la ciudad y exigiendo que la hija del rey fuese sacrificada ante un monstruo marino. Heracles la rescató y también fue engañado por el rey. Como tenía fama de implacable, el resentimiento de Poseidón alcanzó incluso a los descendientes del rey y por eso se convirtió en el más ferviente defensor de los griegos, junto a Apolo, durante la Guerra de Troya. No obstante, tras la guerra tampoco los griegos se libraron de su ira porque entonces mató al «pequeño Ájax», hijo de Oileo, que había mancillado el santuario troyano de Atenea forzando allí a la princesa Casandra .Odiseo también fue víctima de la ira de Poseidón tras dejar ciego a su hijo Polifemo.
Entre Poseidón y Minos, rey de Creta, estalló otro conflicto cuando el rey le pidió un toro para sacrificarlo en su honor. El dios le regaló un toro blanco tan bello que el rey decidió quedárselo, lo que provocó la furia de Poseidón, que hizo que la mujer del rey, Pasifae, se enamorase del animal y copulase con él para concebir al Minotauro, criatura monstruosa con cuerpo de hombre y cabeza de toro (ver Minos, Minotauro, El y Pasifae). Este hecho tuvo secuelas terribles.
Los problemas de Poseidón con los atenienses fueron de carácter distinto. Había competido con Atenea por el dominio del Ática, donde está Atenas, ofreciendo a sus habitantes el regalo más útil. Poseidón clavó su tridente en la tierra sobre la Acrópolis y produjo un pozo de agua negra. Pero Atenea hizo crecer un olivo en el mismo punto y fue declarada ganadora y protectora de la ciudad. Poseidón no soportaba la derrota y causó entonces una terrible inundación en el Ática, pero Zeus intervino poco después para que se reconciliase con los atenienses. Desde entonces fue adorado de la forma que él quiso y la ciudad dependió de las embarcaciones y del comercio marítimo.
Después de dos mil años de cristianismo, Poseidón, sobre todo bajo su nombre romano de Neptuno, ha permanecido como uno de los dioses griegos más conocidos. Zeus ha tenido durante el periodo cristiano una existencia más oscura y Hades incluso ha sido olvidado. Desde el Renacimiento, Poseidón (Neptuno) ha consolidado su posición de privilegio en la iconografía occidental. Aparece en incon¬tables fuentes monumentales del periodo neoclásico. En la era moderna, apareció un nuevo rito por este dios: los marinos y los pasajeros que cruzan el Ecuador por primera vez reciben el «bautismo de Neptuno», una ceremonia en la que la tripulación se viste como Neptuno y vierte agua de sal sobre los no iniciados para luego beber con ellos.
Artículo de Javier De Frutos
Para "Por y Para Aranjuez"
No hay comentarios:
Publicar un comentario