Dicen en Europa que las gentes del sur somos más felices que las del norte. Pues es verdad. Aquí, en el sur, vivimos aferrados a la espontaneidad de los sentimientos: todos somos leguleyos muy bravos que prescinden de los sofismas; tenemos más golondrinas porque también tenemos más moscas; la climatología y las cosechas de verduras y hortalizas lo atestiguan; soportamos mejor la luz blanca de las tapias encaladas, disfrutamos de un tomate partido en rodajas y catequizamos a nuestros hijos con aceite de oliva; damos alaridos feroces ante la fiesta pero también ante la desdicha. He aquí varios puntos de un calvinismo muy sureño que estallan junto a los geranios sangrientos del Mediterráneo. No hace falta más misericordia para ser feliz y sonreír que la que nos entrega nuestro propio mar. Estos son nuestros postulados para vivir una buena vida y ganar la batalla a la verdadera fe. Algo que Calvino nunca entendería.
Cristina González Moya.
Por Y Para Aranjuez.
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